Un salto que desconcierta
“¿Por qué me
pegás?”― le pregunté. “Así tal vez se te
abre un poco ese morro tan grandote que tenés y empezás a escuchar otras
cosas”. Después de eso me encachimbé. Años más tarde entendería la importancia
de ese acto tan bondadoso de parte de uno de mis amigos.
Por aquel
entonces sufría de una condición bastante común entre los adolescentes,
condición conocida ordinariamente como “fanatismo”. Era un metalero
empedernido. Literalmente devoraba cabras de desayuno (o por lo menos esa forma
le concedía al cereal que comía cada mañana).
Dejando de
lado la mitomanía del comentario anterior, quiero agradecer públicamente a ese
amigo “que tiene ojos de rana y vive dentro de mi oreja” (el que entendió,
entendió). Sin él, hubiese ignorado la recomendación de otro amigo, este último
más tangible (#FuerzaGeorgie), que un lustro después me recomendaba escuchar a
una banda muy particular de un género que podría ser visto desde una
perspectiva muy ambigua.
“Loco,
tenele cuidado. Esto es bien poco digerible.” ― me decía. Sentí curiosidad por
su extraña aclaración, yo no era el tipo más abierto mentalmente hablando pero
ya había adquirido una cierta apertura digna de ser mencionada. Mientras tanto
pensaba: “¿Qué tan raro puede ser?”. ¡NO TENÍA IDEA! No recuerdo la canción
pero la banda me pareció increíble. Se trataba de Portishead. Una banda oriunda
de Bristol, Inglaterra que estaba encasillada en el género Trip Hop. Cuando
descubrí el nombre del género tuve una regresión. Recordé ese leve golpe en la
parte trasera de mi cabeza y todo cobró sentido. Jamás hubiese escuchado una
banda perteneciente a un género que incluyera la palabra “hop” en él. Si, así
de cerrado era en aquel entonces.
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Portishead en vivo |
Fue un
sonido muy peculiar. Era un video de la banda interpretando una de sus
canciones en vivo junto a una orquesta. Lo interesante no es la colaboración
entre artistas de este tipo, sino más bien la combinación y el resultado de dos
matices completamente distintos, como si la combinación del negro y el blanco
diese como resultado un violeta intenso o un carmesí estrepitoso. Había algo
palpable en aquellas notas. Casi parecía como si estas saltaran de los
parlantes y jugaran con mi cuerpo mientras este se encontraba adormecido por el
efecto estupefaciente de aquellas melodías.
Tornamesas,
guitarras eléctricas con efectos como delays y flangers, violines, cellos y
finalmente, la fantasmal y cruda voz de Beth Gibbons. Esa voz envolvente, voz
que inevitablemente nos transporta a un limbo entre la melancolía y una
sensación hedonista que no provoca culpa ni remordimiento. Tardé varios minutos
en darme cuenta de su presencia.
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Beth Gibbons, vocalista de Portishead |
No lo pensé
mucho. Al llegar a casa ese día fui a buscar más de ese pequeño purgatorio
musical. Los verborreícos vínculos del internet me llevaron a descubrir a otros
destacados en el género: Massive Attack. Y luego Tricky. Y así, hasta que tres
meses después del incidente inicial estaba completamente sumergido en el Trip
Hop.
Con ese
evento particular otra barrera más se había desvanecido. Ahora era vidente de
un millar más de tonalidades ambiguas de naturaleza amorfa. Es un reto. El Trip
Hop es un reto. No es para cualquiera. Es un reto distinto sin embargo.
Independientemente del resultado final, garantizo que al escuchar este género,
algo dentro de vos hará un giro en un lugar distinto.
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Robert "3D" Del Naja y Grant "Daddy G" Marshall de Massive Attack |
Gracias por el tiempo dedicado a este escrito. De pequeñas
anécdotas y comentarios nacen grandes proyectos. Dejá los tuyos abajo y ayudame
en la construcción de un nuevo post. Nos vemos en la cuna de una próxima
historia.
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