martes, 10 de noviembre de 2015

Un salto que desconcierta

“¿Por qué me pegás?”― le pregunté.  “Así tal vez se te abre un poco ese morro tan grandote que tenés y empezás a escuchar otras cosas”. Después de eso me encachimbé. Años más tarde entendería la importancia de ese acto tan bondadoso de parte de uno de mis amigos.

Por aquel entonces sufría de una condición bastante común entre los adolescentes, condición conocida ordinariamente como “fanatismo”. Era un metalero empedernido. Literalmente devoraba cabras de desayuno (o por lo menos esa forma le concedía al cereal que comía cada mañana).

Dejando de lado la mitomanía del comentario anterior, quiero agradecer públicamente a ese amigo “que tiene ojos de rana y vive dentro de mi oreja” (el que entendió, entendió). Sin él, hubiese ignorado la recomendación de otro amigo, este último más tangible (#FuerzaGeorgie), que un lustro después me recomendaba escuchar a una banda muy particular de un género que podría ser visto desde una perspectiva muy ambigua.

“Loco, tenele cuidado. Esto es bien poco digerible.” ― me decía. Sentí curiosidad por su extraña aclaración, yo no era el tipo más abierto mentalmente hablando pero ya había adquirido una cierta apertura digna de ser mencionada. Mientras tanto pensaba: “¿Qué tan raro puede ser?”. ¡NO TENÍA IDEA! No recuerdo la canción pero la banda me pareció increíble. Se trataba de Portishead. Una banda oriunda de Bristol, Inglaterra que estaba encasillada en el género Trip Hop. Cuando descubrí el nombre del género tuve una regresión. Recordé ese leve golpe en la parte trasera de mi cabeza y todo cobró sentido. Jamás hubiese escuchado una banda perteneciente a un género que incluyera la palabra “hop” en él. Si, así de cerrado era en aquel entonces.

Portishead en vivo
Fue un sonido muy peculiar. Era un video de la banda interpretando una de sus canciones en vivo junto a una orquesta. Lo interesante no es la colaboración entre artistas de este tipo, sino más bien la combinación y el resultado de dos matices completamente distintos, como si la combinación del negro y el blanco diese como resultado un violeta intenso o un carmesí estrepitoso. Había algo palpable en aquellas notas. Casi parecía como si estas saltaran de los parlantes y jugaran con mi cuerpo mientras este se encontraba adormecido por el efecto estupefaciente de aquellas melodías.

Tornamesas, guitarras eléctricas con efectos como delays y flangers, violines, cellos y finalmente, la fantasmal y cruda voz de Beth Gibbons. Esa voz envolvente, voz que inevitablemente nos transporta a un limbo entre la melancolía y una sensación hedonista que no provoca culpa ni remordimiento. Tardé varios minutos en darme cuenta de su presencia.

Beth Gibbons, vocalista de Portishead
No lo pensé mucho. Al llegar a casa ese día fui a buscar más de ese pequeño purgatorio musical. Los verborreícos vínculos del internet me llevaron a descubrir a otros destacados en el género: Massive Attack. Y luego Tricky. Y así, hasta que tres meses después del incidente inicial estaba completamente sumergido en el Trip Hop.

Con ese evento particular otra barrera más se había desvanecido. Ahora era vidente de un millar más de tonalidades ambiguas de naturaleza amorfa. Es un reto. El Trip Hop es un reto. No es para cualquiera. Es un reto distinto sin embargo. Independientemente del resultado final, garantizo que al escuchar este género, algo dentro de vos hará un giro en un lugar distinto.
Robert "3D" Del Naja y Grant "Daddy G" Marshall de Massive Attack
Gracias por el tiempo dedicado a este escrito. De pequeñas anécdotas y comentarios nacen grandes proyectos. Dejá los tuyos abajo y ayudame en la construcción de un nuevo post. Nos vemos en la cuna de una próxima historia.

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