jueves, 12 de noviembre de 2015

Vuele Bajo

Me gusta creer que aunque en este momento no hay ningún niño o anciano leyendo esto, en el futuro esta afirmación, con un tono agridulce, dejará de ser veraz. Que aunque una persona desconozca el significado de una palabra que utilizo, sea capaz de entender la esencia real del mensaje. Que aunque a usted no le guste el artista o género que le recomiendo, logre comprender que esto no se trata solo de gustos, sino de experiencias. Hago mención del caso debido al sentimiento tan único que sentí al escribir este post.

Existe un artista (que digo artista, más bien personaje) en particular que genera una nostalgia aturdidora en mí. De niño solía escucharlo en el estéreo del carro de mis padres. Sus mensajes me parecían ininteligibles, desconocidos. Pero había algo en su voz, algo en su forma de conectar con su audiencia. Se colaba a través del alambrado eléctrico del carro, pasaba por la tela de los asientos, se escabullía por mi cuello y entraba a mis oídos. De ese punto en adelante, me llevaba hasta un lugar inhóspito y desolado. Ahí, me encontraba en medio de un cuarto oscuro, no divisaba nada. Con el poco sentido de orientación que conservaba, dirigía mi vista hacia el frente. Un hombre se encontraba sentado a unos dos metros de mí. Lentes oscuros con aros circulares, chaqueta de cuero y unos jeans. “Volá abajo…” ― me decía. A pesar de que no terminaba nunca de comprender, todo su acto me hipnotizaba. Me volvía inerte.

Dejé de tener 7 años, olvidé los 10, terminé los 15. En algún momento entre los 17 y los 18, neuronas de mi cerebro que se habían desconectado hace mucho se volvieron a encontrar. Recordé a dicho personaje. “Abajo está la verdad.” ― escuché súbitamente. En ese momento comprendí un poco sobre su mensaje. Y ese poco que comprendí me dejó en un silencio mental casi absoluto. “¿Quién es?” ― pregunté.

Rodolfo Enrique Cabral, mejor conocido como Facundo Cabral

Facundo Cabral ha almidonado mis pensamientos desde que era solo un niño, educándome, mostrándome, comprobándome que el arte también se ve reflejado en la existencia humana y sus patrones de conducta. El ser humano es una obra de arte invaluable.

No fue sino hasta llegar a un cierto nivel de madurez emocional que empecé a comprender la magnitud de todas aquellas anécdotas irrisorias y lúdicas que este tipo chisporroteaba a su ansiosa audiencia. Protagonistas como el tío Pedro, su madre Sara, su abuela, el coronel, entre otros, y las historias donde estos toman parte, no son más que proyecciones fragmentadas del alma de un noble ser humano, filósofo, artista, cantautor, poeta, escritor y amigo de todos. Cuerpo, mente y alma se veían sujetos a la elocuencia de un hombre que amaba ser. Hombre que amaba dejar ser.

Nació en Argentina en 1937, murió en Guatemala en 2011

Finalmente, en uno de esos días en los que me inmiscuía en su etérea trayectoria musical, escuché un pasaje que hizo que todo cobrará sentido. Que aquello que sentía de niño inesperadamente se volviera verosímil antes los ojos juiciosos y críticos de un joven adulto. “Señora, ¿si usted no entiende nada de lo que digo, entonces por qué siempre viene a mis conciertos?” ― cuestionaba él. “Porque de vez en cuando, me gusta ver a un hombre libre”. ― le respondía ella. “Señora… nadie entendió como usted lo que yo canto”. ― comentó él.

Todo cobró sentido tan vertiginosamente que sentí que el pasado ahora se hacía presente. Que aquel niño de 10 años volvía a mí en uno de esos eternos viajes que solíamos hacer en familia. Entendí que por eso su arte siempre me había fascinado. Y lo más increíble aún, no había nada de extraño en disfrutar algo que no terminaba de asimilar, de hecho, siempre he pensado que de eso se trata la felicidad. De disfrutar algo que no necesariamente entendemos. De dejar de tener miedo a la desconocido. Facundo Cabral dejó una impresión en mí que ningún otro ser humano ha dejado en estos cortos 20 años que tengo.

No es de aquí, ni de allá

¿Qué canción recomiendo? Cualquiera. En cada una de sus canciones podemos encontrar elementos que nos ayudarán en la comprensión y construcción de una vida plena. Más austera dirían algunos.

Gracias por el tiempo dedicado a este escrito. De pequeñas anécdotas y comentarios nacen grandes proyectos. Dejá los tuyos abajo y ayudame en la construcción de un nuevo post. Nos vemos en la cuna de una próxima historia.

martes, 10 de noviembre de 2015

Un salto que desconcierta

“¿Por qué me pegás?”― le pregunté.  “Así tal vez se te abre un poco ese morro tan grandote que tenés y empezás a escuchar otras cosas”. Después de eso me encachimbé. Años más tarde entendería la importancia de ese acto tan bondadoso de parte de uno de mis amigos.

Por aquel entonces sufría de una condición bastante común entre los adolescentes, condición conocida ordinariamente como “fanatismo”. Era un metalero empedernido. Literalmente devoraba cabras de desayuno (o por lo menos esa forma le concedía al cereal que comía cada mañana).

Dejando de lado la mitomanía del comentario anterior, quiero agradecer públicamente a ese amigo “que tiene ojos de rana y vive dentro de mi oreja” (el que entendió, entendió). Sin él, hubiese ignorado la recomendación de otro amigo, este último más tangible (#FuerzaGeorgie), que un lustro después me recomendaba escuchar a una banda muy particular de un género que podría ser visto desde una perspectiva muy ambigua.

“Loco, tenele cuidado. Esto es bien poco digerible.” ― me decía. Sentí curiosidad por su extraña aclaración, yo no era el tipo más abierto mentalmente hablando pero ya había adquirido una cierta apertura digna de ser mencionada. Mientras tanto pensaba: “¿Qué tan raro puede ser?”. ¡NO TENÍA IDEA! No recuerdo la canción pero la banda me pareció increíble. Se trataba de Portishead. Una banda oriunda de Bristol, Inglaterra que estaba encasillada en el género Trip Hop. Cuando descubrí el nombre del género tuve una regresión. Recordé ese leve golpe en la parte trasera de mi cabeza y todo cobró sentido. Jamás hubiese escuchado una banda perteneciente a un género que incluyera la palabra “hop” en él. Si, así de cerrado era en aquel entonces.

Portishead en vivo
Fue un sonido muy peculiar. Era un video de la banda interpretando una de sus canciones en vivo junto a una orquesta. Lo interesante no es la colaboración entre artistas de este tipo, sino más bien la combinación y el resultado de dos matices completamente distintos, como si la combinación del negro y el blanco diese como resultado un violeta intenso o un carmesí estrepitoso. Había algo palpable en aquellas notas. Casi parecía como si estas saltaran de los parlantes y jugaran con mi cuerpo mientras este se encontraba adormecido por el efecto estupefaciente de aquellas melodías.

Tornamesas, guitarras eléctricas con efectos como delays y flangers, violines, cellos y finalmente, la fantasmal y cruda voz de Beth Gibbons. Esa voz envolvente, voz que inevitablemente nos transporta a un limbo entre la melancolía y una sensación hedonista que no provoca culpa ni remordimiento. Tardé varios minutos en darme cuenta de su presencia.

Beth Gibbons, vocalista de Portishead
No lo pensé mucho. Al llegar a casa ese día fui a buscar más de ese pequeño purgatorio musical. Los verborreícos vínculos del internet me llevaron a descubrir a otros destacados en el género: Massive Attack. Y luego Tricky. Y así, hasta que tres meses después del incidente inicial estaba completamente sumergido en el Trip Hop.

Con ese evento particular otra barrera más se había desvanecido. Ahora era vidente de un millar más de tonalidades ambiguas de naturaleza amorfa. Es un reto. El Trip Hop es un reto. No es para cualquiera. Es un reto distinto sin embargo. Independientemente del resultado final, garantizo que al escuchar este género, algo dentro de vos hará un giro en un lugar distinto.
Robert "3D" Del Naja y Grant "Daddy G" Marshall de Massive Attack
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lunes, 9 de noviembre de 2015

Un tango generacional

Es curioso pensar como algunas de las cosas más importantes para nuestro estilo de vida en algunos casos nos llegan a través de las actividades más triviales. Si pensamos que las acciones más cotidianas no pueden tener un valor significativo para nosotros entonces nos cerraremos a las oportunidades de aprendizaje que día a día se nos presentan. De tener la apertura, descubriremos cosas que nunca imaginamos que serían parte influyente en nuestras vidas.

Un día perdido de un noviembre más ocupado de lo usual, me encontraba en mi pequeño cuarto realizando una curiosa investigación para una tarea. Buscaba música sin derechos de autor para musicalizar un spot publicitario con temáticas políticas. Busqué en Youtube; nada. Busqué en Google; menos. Nada parecía apropiado. Todas tenían tintes más utilizados en marchas militares de películas hollywoodenses que en spot publicitarios pautados en mi pequeño país (Honduras). Después de decenas de minutos de frustración, se me ocurrió una idea que debía haber pensado desde el principio. Al final, esa brillante idea, resultó en más frustración. Busqué spots nacionales para analizar el tipo de musicalización utilizada y no me encontré más que con baratos plagios y adaptaciones de canciones populares que se limitaban solo a incluir el nombre de un candidato “x”.

Esa tragedia personal terminó cuando un link me llevó de regreso a Youtube. Frente a mi estaba lo que parecía la parte superior del torso de una mujer. Bajo su clavícula derecha estaba escrito en letras minúsculas “gotan project”. La canción fue reproducida automáticamente antes de que pudiera discernir sobre lo que llenaba las comisuras de mis ojos. Una vez inspeccioné la pantalla, ya era muy tarde. Volví a verme incapaz de discernir, esta vez sobre lo que ahora escuchaba.

Esto era más que solo la liberación de una tragedia, era el descubrimiento de una oda a todo aquello que es “cool” (por lo menos en mi vida). “Serendipia” me dirían algunos ilustres. “Queremos paz” decía una voz. Una voz que penetraba en mi subconsciente por sobre el acordeón que la acompañaba melódicamente. La canción irradiaba un misterio que me hizo dejar la tarea atrás y buscar más de aquel dulce néctar sonoro que ahora invadía cada rincón de mi mente.

La Revancha del Tango. Disco debut de Gotan Project

“Gotan Project”, vesre de “Tango” (que consiste en intercambiar silabas de su posición original), el nombre de la banda. “La Revancha del Tango” el nombre del álbum. “Queremos paz” la canción introductora de tan magnífico disco que me abría las puertas a un mundo por el cual me obsesionaría. Un conjunto de tres músicos de distintas nacionalidades asentados en París, Francia. Una combinación de tango, jazz y música electrónica que sería capaz de generar una melancolía pronunciada en los adultos, que los haga revivir aquella época dorada en que Gardel, Pugliese, Piazzolla y otros cautivaban al mundo con su tango y de a la vez introducir a los jóvenes en un estilo que no los sacaría de su zona de confort pero que a la vez los llevaría a buscar a los artistas mencionados anteriormente entre los viejos vinilos de sus padres.

Gotan Project en vivo desde París

Mi incursión en el mundo del tango electrónico es tan irrisoria e irreverente que hasta el día de hoy me sigue causando gracia. A través de Gotan conocí al Bajofondo Tango Club, banda en la que Gustavo Santaolalla (famoso compositor musical para películas y videojuegos) se desempeña como uno de los compositores principales. Ahora escucho a Leo Portela, Otros Aires (de mis favoritos), Malevo y una decena más de bandas que logran quitar brechas generacionales con su música atemporal.

Segundo disco de estudio de Otros Aires llamado "dos"


¿Aburrido un viernes por la noche? ¿Se me acabo el presupuesto para salidas? No importa, todo es manejable. En definitiva recomiendo este género y los artistas mencionados. Escuchalos mientras lavas trastes, en el camino a casa o simplemente si la respuesta a las preguntas anteriores fue un “sí” rotundo. Garantizo una completa sorpresa y el vivir de una nueva experiencia.

Gracias por el tiempo dedicado a este escrito. De pequeñas anécdotas y comentarios nacen las grandes historias. Dejá la tuya abajo y ayudame en la construcción de un nuevo post. Nos vemos en la cuna de una próxima historia.